De Carne 57

Carne Sostenible

El diario The Conversation destacó hace poco los resultados de una investigación sobre el consumo de carne: uno de cada diez estadounidenses dice no comer carne y alrededor de 10% de los mayores de 18 años de ese país, a enero de 2022, se con- sidera vegano o vegetariano, aduciendo creencias religiosas y culturales, además de velar por el bienestar animal y cuidar la propia salud. Son cerca de 16,5 millones de personas, equitativamente divididos entre vegetarianos –aquellos que evitan comer carne de animales– y veganos, los que no comen ni carne ni derivados de animales como huevos, leche y miel.

Los activistas ambientales de muchos países instan a evitar la carne. Tal vez basados en la producción estabulada y su huella de carbono, ¿se habrán detenido a analizar las cifras de emisión de GEI de las ganaderías a pasto como las que imperan en Colombia? Bien manejada, la ganadería genera bienestar en las comunidades, es rentable y amiga del medio ambiente, habíamos planteado en la revista DeCARNE # 19, en 2015. Entonces, María Cristina Amézquita nos dijo, “a pesar de que las pasturas son consumidas, el animal solo ingiere el 30 por ciento de la biomasa superficial, el resto sigue capturando carbono… fincas ganaderas en pastoreo, bien manejadas, tienen tasas de captura de carbono positivas comparables con las de bosques nativos secundarios”. En estudios en los que participó Amézquita evaluaron la emisión de GEI en fincas de carne y de doble propósito, midiendo el metano entérico –el que emite el animal en su proceso digestivo–, gases en excrementos, emisión de óxidos nitrosos y de CO2. “Al medir la captura de carbono en suelo, ella fue superior frente a la emisión mostrando emisiones netas negativas. El resultado muestra que cuando hay pasturas bien mane- jadas, a pesar de la emisión de metano de los animales, la captura es superior y las emisiones netas son negativas. El mensaje claro es que es posible aumentar la captura de carbono en la pastura para que el balance neto de las emisiones sea negativo, aunque los animales sigan emitiendo metano, lo cual no se puede evitar”, publicamos entonces en DeCARNE.

Amézquita refirió que, además de la captura de carbono en sistemas comerciales ganaderos ya establecidos y en sistemas mejorados en suelos degradados, también se evaluó el efecto socioeconómico sobre los productores cuando establecen sistemas mejorados en sus tierras degradadas. En las laderas andinas compararon seis fincas con pasturas mejoradas contra 19 convencionales que nunca se mejoraron. En las fincas mejoradas el nivel de ingreso por hectárea al año fue cinco veces superior. Allí, la autosuficiencia para el productor subió de 32 a 40 por ciento, las condiciones medias de vida –en una escala de 1 a 5–, fue de cinco contra tres y los años de escolaridad aumentaron. “Al mejorar sus pasturas pudieron enviar a los hijos a educarse mejor”, dijo Amézquita.

Tenemos que dispersar este conocimiento, contar que la carne producida a pasto de manera adecuada le aporta bienestar al medio ambiente y a las familias ganaderas. En Colombia tenemos esa fortaleza.

Y otras fortalezas que destacamos en esta edición: el empuje de los dirigentes, ganaderos que buscan opciones con recursos adaptados o sistemas de pastoreo amigables con el ambiente, con estímulos a sus operarios, midiendo el desempeño de sus animales,buscando animales de peso adecuado al nacer, generando estrategias de asociación para trabajar ideales comunes…

Los dejo con esta lectura, la cual espero los llene de inspiración.

Coordinadora de relatos

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