DeCARNE 20

La “carne” se reacomoda

Muchos temas sacudieron el universo cárnico en el 2015. Entre ellos, el clima que impactó la producción en muchos países e incidió en inventarios ganaderos a la baja como sucedió en Australia y Estados Unidos. El índice de la FAO que mide el precio de carnes quedó en el nivel más bajo registrado desde 2010. Las cotizaciones cayeron para las cuatro categorías de la carne, siendo ovino, bovino y porcino las más afectadas; el descenso fue de 15,1 por ciento en los precios mundiales el año anterior, explicado por la alta producción de carne porcina en Europa y la baja demanda de carne vacuna importada en Estados Unidos. Tal vez también incidió la noticia que la carne produce cáncer. Simultáneamente, las exportaciones de carne bovina de América Latina van en aumento: Brasil y Chile cuadruplicaron sus envíos de carne de cerdo y ave en la última década. Los mercados se reacomodan.

Al interior de las fronteras colombianas, el camino del sector cárnico pasa por rutas que implican afianzar procesos que fortalezcan su eficiencia, productividad, calidad y rendimiento, así como la agregación de valor empujados por el mejoramiento del sistema nacional de control e inocuidad de alimentos con inversión de USD5.000 millones según lo anunció Simón Gaviria, del Departamento Nacional de Planeación. Estos y otros procesos internos permitirían que Colombia envíe carne a más destinos y aproveche los que se vienen abriendo para la carne deshuesada y productos cárnicos, para derivados cárnicos porcinos y de aves, la carne de ave deshidratada, gelatina y pelo bovino, semen y embriones bovinos, sin hablar del ganado en pie que, aunque no tiene valor agregado,  atiende mercados interesantes.

Colombia debe buscar caminos de producción que tengan menor impacto ambiental, como lo solicitan los consumidores del primer mundo. Como el uso de bio insumos, el silvopastoreo, el manejo eficiente del ganado, la carne natural certificada como lo hace Uruguay o la captura de carbono a partir del manejo eficiente de praderas.

No son suficientes los subsidios y las ayudas que entrega el ministerio. Apenas apagan el incendio del momento. Se requiere de una gestión integral orientada a la sostenibilidad y a fortalecer la situación sanitaria, apoyada por políticas adecuadas para que los factores claves -productividad y valor agregado- apuntalen el crecimiento sostenido del sector.

Se requiere también superar los rezagos rurales que evidenció el censo: analfabetismo y poca educación, envejecimiento de la población, poca cobertura de servicios públicos, de créditos y subsidios, pobre participación de la mujer y ausencia de infraestructura productiva. Urge construir un nuevo concepto de ruralidad.

Colombia tiene la oportunidad de fortalecer la innovación y la agregación de valor, de aprovechar la diferenciación a partir de factores ambientales sacándole partido a prácticas que promuevan la adaptación de la ganadería al cambio climático. Porque como dice María Cristina Amézquita, la culpa no es de la vaca sino del mal manejo que se le da y tenemos una fortaleza en la producción a pasto. Hay camino por recorrer, y vale la pena hacerlo.

La Editora

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