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Sin inocuidad, imposible competir

En una escala de 1 a 10, en materia de inocuidad de la carne que produce, Colombia está cerca a 7, pues siguen sin terminar tareas como el transporte de los animales de las fincas a las plantas de beneficio, la documentación de las buenas prácticas ganaderas básicas, y la mejora en la gestión de los frigoríficos.

McCallister Tafur, director técnico de inocuidad e insumos veterinarios del ICA, calcula que en poco tiempo y en la mayoría de los aspectos que concurren a la inocuidad se llegará a 8 puntos, y que cuando se esté por encima de 8.5 Colombia estará en posibilidad de “tener emprendimientos exportadores y con ellos la competitividad para enfrentar a la carne proveniente de otros países. Sin inocuidad eso será imposible”.

La carne colombiana presenta un valor agregado muy importante cual es el de ser producida en pastoreo, condición que impacta muy positivamente a los eventuales compradores extranjeros, pues es poco común hallarla en la mayoría de los países que abastecen de este alimento al mundo. Es sabido que donde se produce en confinamiento existe un alto riesgo de que se utilicen sustancias no permitidas, como promotoras del crecimiento de los animales.

Con este punto a su favor, ¿por qué los ganaderos productores de carne no reciben una bonificación monetaria cuando sus hatos están libres de brucelosis y tuberculosis, como ocurre con sus colegas de leche? La lógica elemental indica que tienen total derecho a recibir igual tratamiento.

Una de las razones para que ello no ocurra, explica el experto Tafur, es la falta de programas de proveedores en la mayoría de los frigoríficos, que no se han interesado en pasar de ser simples maquiladores.

Subraya que mientras en la leche, y pese a la relación de “amores y odios” entre ganaderos e industriales existe el contacto diario y cercano, en la carne lo usual es que el productor venda su ganado a un intermediario, lo que determina una relación escasamente eventual con el frigorífico.

Mediante la acción de instituciones como Ica e Invima, en Colombia se está aplicando la política contemplada en el documento Conpes respectivo acerca de la sanidad de la producción pecuaria y la inocuidad de la carne y la leche.

A ello hay que sumar lo que se pretende con las denominadas zonas de excelencia sanitaria, en las que se reconoce la existencia de mejores niveles de producción y productividad, una situación sanitaria mejor que la de las demás del país, una superior infraestructura de procesamiento y de higienización. Todas estas circunstancias podrían servir como base para articularlas, en un modelo de cluster, que pueda atender una demanda externa de carne o de leche.

Un aspecto crucial en el que es prioritario mejorar para acercarse a ese objetivo es el que Tafur describe como articulación real y dinámica de los distintos eslabones de las cadenas alimentarias, que no ha sido posible construir pues sólo hasta ahora esa carencia se ha visto como un factor negativo, a raíz de la firma de tratados de libre comercio, expresión máxima de la irreversible globalización. No se puede olvidar que a lo largo de casi toda su historia Colombia ha estado volcada a abastecer exclusivamente su demanda interna, lo que no le ha puesto de frente a la necesidad y conveniencia de desarrollar su producción primaria en consonancia con los esquemas que rigen el comercio entre naciones.

Sólo que hoy el bajo consumo interno de carne y leche y la abundante oferta de estos alimentos obligan a salir a buscar compradores, cuyas exigencias en materia de calidad del producto terminado y de la forma como se obtiene cada día están en un nivel difícil de alcanzar si no se modifican los sistemas aplicados hasta hoy. Ello significa competitividad y es a ella a la que Colombia debe apuntarle.

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